Apunte | proyecto personal | Desbrozar


Después de desbrozar comencé a pintar corazones rojos y vísceras palpitantes.

Me emociona la anatomía de la vida.

El rosal tiene por brotar más yemas de flor que nunca. Cada día las estudio con atención, despliegan sus tiernos nervios a toda velocidad, no quiero que una rosa despliegue su esplendor sin darme yo cuenta. Me gusta sentirme anciana estudiosa de la anatomía verde, y a la vez, niña de ojos curiosos y maravillados.

Con las manos empecé a quitarle al jazmín, todas las zarzas muertas que tenía anidadas y lo estaban confinando en el subsuelo. Sumergida en una gran maraña de vida y muerte conseguí dejar las lianas verdes libres y con nuevos cuerpos a los que abrazarse y tejerse. 

Entre arañazos, arena y sudor, palpé la respiración con olor a barro, diminutas gotas de sangre brotaban de heridas indoloras, algo tan mundano y a la vez fuera de mi espacio, de mi tiempo, conseguía alterar mi inmutable conformidad.

Detenida sobre la obra acabada, rezumaba un aroma espeso y contundente a jazmín. Pedazos que me había llevado con el desbroce están en pequeños jarros repartidos por la casa. Toda la casa es jazmín hoy, tengo una cueva donde se abre paso la Primavera y brota, incansable, la vida.

La Hibernación sabe a despertares, por todos los rincones.

Bombea, bombea sangre o resina, pero bombea.

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